“Los grupos se forman en base a una persona y cuando esa persona se va o se muere, muere también el grupo”. Jaime Torres L. (Septiembre del 2002)
Guillermo Jorquera Morales escribe el siguiente articulo en el Diario “La Estrella de Iquique” del día 28 de febrero de 1996:
"Aunque hoy, he dejado de trabajar en la institución que después de más de trece años de labor prescinde de mi quehacer; por racionalización de la empresa. No, no, voy a llorar.
Aunque, durante todos estos años aprendí a conocer a las personas con las que trabajé, quienes me entregaron su sabiduría para ser mejor. No, no voy a llorar.
Aunque en la primera etapa, en esta institución me enseñaron el concepto, servir; que se internó en mí, haciendo más certera mi entrega apuntando hacia mi comunidad. No, no voy a llorar.
Aunque en la próxima etapa, la lección fue aprender el concepto, respeto. Respetar y ser respetado, por tu trabajo profesional y por el de los demás; para hacer una labor honesta, cabal, consecuente y honrada. No, no voy a llorar.
Aunque los compañeros, de trabajo que allí dejo, serán entrañables para mí. No, no voy a llorar.
Aunque los recuerdos allí vividos, agradables y desagradables, me enseñaron a enfrentar la vida con serenidad y profesionalismo. No, no voy a llorar.
Aunque mis recuerdos lastimen mi memoria por aquellos profesionales útiles, que tuvieron que irse sólo por pensar distinto. No, no voy a llorar.
Aunque en mi recuerdo, aún viven amigos que fallecieron mientras trabajaban para la institución: Cristina, don Jorge, don Carlitos, don José Miguel y el amigo Boris. No, no voy a llorar.
Aunque el teatro, trabajo que yo realizo en beneficio de mi comunidad: motor de mi quehacer, se vea entorpecido, por falta de alguna oportunidad laboral. No, no voy a llorar.
Aunque trabajando en mi búsqueda teatral, siga descubriendo nuevas formas de vida y que tal vez provoque la envidia enfermiza de algunos oportunistas. No, no voy a llorar.
Aunque pienso sinceramente que mi despido, no se debe a una racionalización de la empresa, sino a una irracionalidad inexplicable. No, no voy a llorar.
Aunque a esta Corporación Municipal, le entregué una buena parte de mi vida; la de mi madurez profesional. No, no voy a llorar.
Y aunque, salvo excepciones, “tras la paleteada”, nadie dijo nada. No, no voy a llorar.
Tal vez derrame alguna lágrima, por los verdaderos afectos que allí quedan, por las ilusiones, por los proyectos y especialmente por las amigas que jamás olvidaré. También por aquellas miradas y gestos de reconocimiento que algunos funcionarios me dedicaron cuando cumplía con el rito irremediable de retirar mis pertenencias. Tal vez derrame alguna lágrima cuando piense en aquellas cosas que pude hacer y no hice; y por aquéllas que hice y no debí hacer.
No voy a llorar, porque la vida es así: fría, calculadora, interesada, irracional, y el que no lo entienda, para seguir viviendo tendrá que vivir llorando.
No voy a llorar, porque yo creo en la gente de bien; que hace que la vida sea grata, útil, cálida, futurista y digna de vivirla con alegría, optimismo, esperanza, fe y sin llantos."
Luego de su declaración, la comunidad lo apoyó enviando otros artículos al diario.